¿Recuerda cuándo fue la última vez que intentó algo por primera vez? ¿Cómo se sintió? ¿Quiénes estaban con usted? ¿Requirió ayuda?
La infancia puede verse como una etapa de experiencias novedosas presentadas de manera constante: todos los días hay nuevos descubrimientos, mediante los cuales los niños y niñas van dándole sentido a su mundo junto con sus figuras de seguridad (ej.: mamá o papá); para los adultos en cambio, en medio de la rutina diaria las oportunidades que nos damos para enfrentarnos a lo novedoso –e incierto- son escasas.
Es posible entonces que olvidemos cómo nos hacen sentir estas nuevas experiencias y las respuestas emocionales que generan, las cuales pueden ser positivas o negativas y pueden extenderse por periodos diversos de tiempo, variando de una persona a otra: algunas personas pueden no sentir miedo a probar cosas nuevas, y por el contrario alegrarse y explorar ampliamente; otras personas pueden sentir miedo por un tiempo, exponerse poco a poco y luego descubrir que no había razones para temer. Y por último, algunas otras personas podrán tener mayor dificultad para controlar estos miedos, por lo que la respuesta emocional podría permanecer por más tiempo. Los niños y niñas no son la excepción para estas vivencias emocionales, por lo que también hay diferencias individuales a la hora de enfrentarse a nuevas experiencias, pero lo que es invariable y ha quedado claro es que los adultos que les acompañen en este proceso son figuras clave.
El incorporarse a un nuevo centro educativo es un ejemplo de cómo los niños y niñas pueden responder distinto a una misma experiencia, así como del rol que cumplen los adultos en la asimilación de la vivencia. Sin embargo, a diferencia de otros hitos del desarrollo, muchas veces el ingresar al preescolar representa la primera vez que el niño o niña se enfrenta “solo” a un nuevo mundo; y esto puede generar emociones importantes no sólo en el menor si no también en la familia.
Debe considerarse por tanto, que aunque el ingreso al kínder es una oportunidad de gran crecimiento para los niños y niñas, donde descubren nuevas habilidades, refuerzan su autonomía y seguridad en sí mismos; también representa un cambio importante en su rutina y a nivel relacional: el tiempo que comparte con su familia y cuidadores usuales va a ser menor, y aunque a cambio de ello su red vincular se va a ampliar para establecer nuevos lazos con teachers y personas de su edad, es común que al inicio haya miedo o resistencia, lo que se expresa mediante el llanto y es completamente normal.
Dado que esta reacción de los hijos o hijas genera preocupación en las familias, en Little Monsters se brinda especial acompañamiento durante este periodo de adaptación, en el cual tanto adultos como menores interiorizan el cambio que representa la separación temporal.
¿Cómo lo hacemos?
- Desde la empatía. El vínculo entre un niño o niña con su papá o mamá es único e inigualable, y comprendemos lo que estos procesos de separación temporal representan para ambas partes. Por lo tanto, contrario a juzgar las emociones que pueden sentir ambas partes, estas son escuchadas y acogidas (sean cuales sean: miedo, preocupación, entusiasmo, confusión). Asimismo, nos es claro que las familias están confiando en manos del equipo uno de los elementos más valiosos: su hijo o hija, y esta no es una decisión que se toma a la ligera.
- Respeto por las diferencias: No todas las personas reaccionan igual al cambio, y cada niño o niña tiene sus propios ritmos y tiempos, los cuales son respetados. Por lo tanto, así como puede haber quienes luego de la primer semana logran permanecer todo el día en el centro con tranquilidad, a otros les puede tomar más tiempo adquirir confianza en el espacio, y eso no quiere decir que “esté mal”. Por el contrario, este periodo no se trata de establecer etiquetas, si no conocer a cada niño o niña, escuchar sus necesidades y emociones y acompañarle en el proceso de manera oportuna.
- El respeto por las diferencias también implica a las familias, ya que en estos procesos las prioridades o deseos no son iguales para todas. Por ejemplo, habrá familias a las que les interesará más que su hijo haga amigos, mientras que para otras es esencial que su hija siga cumpliendo con sus meriendas o para algunas que llegue a completar toda la rutina del programa.
- Atención individualizada: al manejar grupos pequeños nos aseguramos que las necesidades de cada niño o niña sean satisfechas, lo que en estos casos implica especial acompañamiento a nivel emocional. Así por ejemplo, es común que durante el periodo de adaptación se flexibilice la rutina acorde a las necesidades o que algún niño o niña tenga el acompañamiento exclusivo de una teacher a lo largo del día y ello le permitirá sentir mayor seguridad.
- Política de puertas abiertas: la familia tiene un rol esencial en los procesos de aprendizaje, por lo que desde el ingreso a preescolar su presencia e involucramiento son esenciales. Por lo tanto, contrario a la separación, pretendemos que Little Monsters sea para la familia un lugar para compartir y construir juntos: niños, niñas, papás, mamás y teachers. Tanto a la hora de ingreso como a la salida, las familias tienen la oportunidad de estar con su hijo o hija, y cuentan con espacios para permanecer en el centro educativo si lo desean.