¿A qué nos referimos cuando hablamos de estimulación? ¿Es “malo” estimular a los niños y niñas? ¿Qué esperar de un programa educativo en los primeros años?
La llegada de un bebé es un momento de gran alegría para la familia: un nuevo miembro que viene a llenar de cariño y risas el hogar, y en el que como padres o madres se descubren toda una nueva serie de habilidades a través de este vínculo que se vuelve único. Siempre desde el amor e interés profundo por el bienestar de los hijos o hijas, la parentalidad también abre todo un nuevo camino de toma de decisiones desde que se encuentran en el vientre (¿cómo será su nacimiento? ¿qué cuidados debo tener como mamá? ¿cómo preparamos el hogar para su llegada?) Y una vez que se tienen en brazos, aún más (¿silla del carro? ¿alimentación? ¿materiales y juguetes?, entre muchas otras más).
Si a esto sumamos la actual facilidad para acceder a la información acerca de desarrollo infantil y crianza, las múltiples propuestas para cada etapa y área de desarrollo, es claro que tomar una decisión informada, aunque sea recomendable no necesariamente es fácil. Y es así como el tema de estimulación temprana, se ha vuelto común en círculos de familias que tienen o esperan un bebé; desarrollándose a su alrededor toda una serie de ideas preconcebidas que se vienen a la cabeza con sólo escuchar estas palabras, para bien o para mal.
Por ello, en esta nota reflexionaremos acerca de las ideas más comunes que se tienen respecto a la estimulación, y más allá del boca a boca, qué nos dice la ciencia.
Acerca del concepto de Estimulación Temprana
Los servicios de estimulación temprana en su concepción original tienen por objetivo brindar atención básica a niños y niñas que por razones diversas pueden presentar un desarrollo distinto a la norma. Por ejemplo si se percibe déficit en algún área del desarrollo o se identifica una condición específica, de manera preventiva se brinda este tipo de atención sistematizada por parte de profesionales. Es en este grupo poblacional donde se han mostrado efectivas prácticas y ejercicios específicos, que dados sus efectos popularmente se ha asumido tienen el mismo alcance en otros grupos. O bien se piensa que a través de ellos se logrará un “mejor” o más rápido desarrollo, lo cual tampoco es su objetivo original; pero más allá de eso, adelantar procesos no sólo puede resultar en efectos negativos a largo plazo (puesto que no hay una maduración previa que sostenga otros procesos complejos más adelante), si no que además es irrespetuoso hacia los niños y niñas.
¿Esto quiere decir que no se debe estimular a los niños y niñas?
No, esto quiere decir que debe repensarse y aclararse las concepciones que se han construido en torno a la palabra estimulación. Como ya se mencionó de previo, la estimulación temprana tiene un trasfondo distinto al que regularmente se le asocia (“adelantar procesos”, “crear nuevas capacidades”, “promover una inteligencia superior”), y a partir de ello el concepto de estimulación se piensa negativo; pero desde la perspectiva científica no es así, puesto que el concepto de estimulación es sumamente amplio y además esencial para el desarrollo en los primeros años.
Así, la estimulación pasa por el afecto por ejemplo: que la persona cuidadora reconozca y responda oportunamente las necesidades del niño o niña, dándole la oportunidad de crecer en un ambiente seguro y amoroso, y que se sepan queridos e importantes a la vez que se cumplen sus necesidades básicas. Involucra también la forma en que se interactúa con ellos, qué tan ricas sean las oportunidades de juego, qué vocabulario se usa para hablar, cómo se aprovechan momentos cotidianos como un cambio de pañal o la alimentación por ejemplo. Es decir, dado el periodo crítico de desarrollo que caracteriza a la primera infancia, actividades del día a día resultan estimulantes por sí mismas, y el rol de adulto es aprovechar espacios e interacciones de calidad para ello, dando a través de la estimulación un acompañamiento oportuno.
Entonces ¿cuál es el objetivo de servicios de Acompañamiento Oportuno?
Estos servicios buscan justamente ser un espacio en el que las familias, de la mano de un profesional en primera infancia, desarrollen herramientas para acompañar el desarrollo de sus hijos e hijas en cada etapa, de forma respetuosa, individualizada y que trasciende al hogar. Así, a través del juego y de forma participativa tanto del adulto como del niño o niña, las familias tienen la oportunidad de aprender acerca de crianza y desarrollo de forma vincular, vivencial y significativa. Esto además se genera en un sentido de comunidad, donde en un espacio seguro las familias pueden compartir sus alegrías, dudas o retos en este momento de su vida como padres o madres; todas las cuales son analizadas por una persona experta en la materia.
Así, el acompañamiento oportuno supone una atención integral a las necesidades en la primera infancia, tanto para los niños y niñas como sus cuidadores. Siendo esencial el rol de estos en los primeros años, no puede pensarse en un desarrollo óptimo si no se involucra a las familias.
Según análisis del Banco Interamericano de Desarrollo respecto a las intervenciones en la primera infancia, los beneficios de este tipo de programas tienen un efecto a largo plazo, especialmente si:
Incluyen una participación activa de los cuidadores
Promueve el bienestar de las familias como un conjunto, especialmente de las madres
La calidad, intensidad y duración de los mismos es mayor
En los niños y niñas se observaron beneficios en el desarrollo cognitivo y motor, conducta y escolaridad; mientras que en las personas cuidadoras (como las madres) se observaron beneficios en prácticas de crianza. Partiendo de lo anterior, y comprendiendo el desarrollo infantil como multidimensional, es que desarrollamos nuestra oferta de servicios para niños y niñas entre 2 y 18 meses, junto con sus familias.
¿Qué esperar de nuestros servicios de Mini?
Partiendo de que el estímulo más importante es el del cariño y amor, generamos semanalmente la oportunidad de un espacio de conexión que se vuelve sagrado para la familia, donde los niños y niñas son guías, mientras que los adultos de forma respetuosa escuchan, observan y acogen esta guía. Asimismo, de la mano de expertos en primera infancia, hay una orientación respecto a esta etapa, partiendo de la escucha, empatía y observación. De esta forma, se aclaran dudas, se aprende acerca de temas relevantes en cada hito del desarrollo y se brindan herramientas para trasladar lo aprendido al hogar.
Se trata de compartir tiempo de calidad a través de prácticas que enriquecen la experiencia en la infancia a través del juego, la exploración, la música y el movimiento, sustentadas en las que se ha demostrado son oportunidades que tienen un alcance a lo largo de la vida.